Sobre el galopar de un escritorio
destilo gritos
que no llegan a solidificarse.
La niebla se filtra por debajo de los muros.
Esta esquina se quiebra en la sombra;
crezco es dos segundos veinte años,
se me caen los cabellos.
En mi reloj craneal el ritmo de una gotera
se hace más pesado,
en el horizonte de un ladrillo
de la pared derecha
se pierde algún tipo de ave;
arrojo una piedra al mar para tapar la fuga.
Miro sobre el espacio que tengo enfrente:
la hoja es clara, yo ya no.
Cierro los ojos.
Dejo pastando al escritorio:
voy a salir.