Dime cómo hablar de ti
sin hablar contigo.
Dime cómo decir,
aun escasamente,
que Fidel era el alma en la bandera.
Mira que la multitud tiene tu rostro.
Y aunque no estés ya en la multitud
el grito siempre es tuyo
y la paloma se posa aun
sobre tus hombros.
El día lleva tu nombre.
Lleva tu nombre el viento de la luz,
la noche recogida sobre todo,
y hasta el aire del aliento.
Por eso para hablar de ti
debemos contar antes la historia de la luz.
Para hablar de ti
urge contar también con la luz de los caminos.
Que la luz se hace guerrilla
en la noche más oscura.
Y así como la luz tiene sus colores
tiene también sus linotipos
para contar tu historia.
Algunos nacen luz de las auroras.
Otros mueren con las luces de la tarde.
Pero pocos nacen en el rojo resplandor
de una mañana
que se desplaza impávida a la tarde.
Esa luz tiene su tránsito en el cielo.
Esa luz también tiene sus campanas.
El valor tiene su matemática
y su física.
También el valor
brota a volar de una trinchera.
Tu vida transcurrió
sobre una sierra maestra.
Como Martí
hiciste lo imposible.
Si un siglo en la trinchera
hace palomas
para ti el siglo
nunca tuvo abismo.
Predicaste a Cuba por el mundo entero.
Por ti ondea tu bandera sobre el mundo.
Ni en palacio ni en arena
ningún cubano se siente menos.
Por eso pudiste marchar por la historia
mordido en una trampa para osos.
Mas tu vida hierve aun
como el agua en la caldera:
independencia y libertad es patria.
Que en ti el siglo se hace chico.
Durante tu memoria
en mi memoria
conspiraste con la tinta en las imprentas.
Y en medio de un siglo de galeras
fuiste una inquietud inquieta
y sin zozobra.
En medio del vapor
y de las máquinas,
y en las letras libres del teclado ,
la palabra abre el pecho de su aliento
y las portadas del mundo entero
hacen con tu nombre justo su bandera.
Nada dudo
que aun pueda hacer la luz
si amanece mañana.
“Los agradecidos