Como señalamos en la presentación del seminario, el poemuralismo es propuesto para afrontar la tarea de enunciar las palabras Amor y Revolución, desatando su ábrara y arrojarnos sobre su dechado para aprender a tejer y ser buenos tejedores como recomendaban Heine y Martí. ¡Adelante, adelante tejedor, no te detengas tela mía! El poemuralismo, más allá de una metódica, descripción fenomenológica, canon historiográfico o cartografía-topografía, es un acto ético. Podemos asir dicho acto ético como un hacerse cargo de lo que nos avergüenza, recordando que la vergüenza es un sentimiento revolucionario. En una carta a Arnold Ruge, en marzo de 1843, Marx denostaba los sentimentalismos de cuño nacional mientras transitaba en el arduo derrotero de las fronteras: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario; nuestra vergüenza es realmente el triunfo de la revolución francesa sobre el patriotismo alemán que la destruyó en 1813. La vergüenza es una especie de cólera, una cólera replegada sobre sí misma. Y si de verdad se avergonzara una nación entera, sería como el león que se dispone a dar el salto”. Pienso que esto es de lo más significativo de liberar el ábrara de las palabras, para que la cólera desperece las piernas y no adopte más las formas del repliegue. No sobra decir que el contexto de esta cita gira en torno a la idea que debiera dirigir los Anales franco alemanes donde colaboró Marx, en particular, la tendencia deseada: “El autoesclarecimiento (filosofía crítica) por parte del presente de sus luchas y deseos. Ésta es una tarea para el mundo y para nosotros. Solo puede ser la tarea de fuerzas unidas. Requiere de una confesión y nada más. Para asegurar el perdón de sus pecados, la humanidad solo debe declararlos tal y como son.”
Escuchemos con detenimiento: autoesclarecimiento, confesión, luchas y deseos. La carta en cuestión se titula “la nave de los locos”. La nave, el barco de lo arbitrario, lo impune,
que hace agua en el mar cual desesperanza. Sin embargo, "Se pudiera llevar un buen rato a la deriva un barco cargado de locos; pero no escaparía a su destino, precisamente porque los locos no lo creerían. Este destino es la revolución, que se encuentra a nuestras puertas". Como podemos intuir, estamos en el momento (donde hay alta densidad histórica más allá de las coyunturas) de los sentimientos fuerza y no de las ideas fuerza como le gustaba decir a un querido maestro de este colegio que hoy conjura los tiempos de la muerte. La referencia a Marx, nos sirve como preámbulo para apreciar la carga abrárica de la primavera de los pueblos y confesar nuestra vergüenza para dar paso a la crítica. Por ello insistimos en que el poemuralismo es una vía para expresar los sentimientos fuerza y es un acto ético donde nos podemos hacer cargo de lo que nos avergüenza. En caso de ponernos estrictos y espetarnos un exceso de subjetividad, tan sólo basta recordar al Che Guevara y a Frantz Fanon cuando dan cuenta de los factores subjetivos cuando los factores objetivos están a flor de piel mientras el pensamiento pierde su gesta contra las cosas, para recordar ciertas palabras de Barbusse y Gramsci cuando hacían su enorme llamamiento a un nuevo tipo de intelectual, al traductor que “traduce la idea del caos de la vida”.
¿Y qué es el ábrara y como realiza su junción con el poemuralismo? Dos palabras otra vez, evocadas por el poeta mexicano Roberto López Moreno en dos efluvios. Uno es el ábrara, otro es Poemurales: un acto ético. Para ahondar en el ábrara, es necesario evocar a otro poeta de Macedonia, Mateja Matevski, que don Roberto conoció y vindicó. Este poeta no habla de ábrara, sino de formas. Permítanme volver a Marx, cuando habla de la forma “como arquitectónica de los procesos del concepto” en una misiva a su padre en 1837. Tan sólo quiero dar cuenta de la importancia de la forma para no abandonarla a sus cualidades figurativas o
sepultarla en las falsas dicotomías que inaugura la apariencia. No. Basta escuchar a Matevski:
Formas
He observado el instante en que las células se separan
y la oscuridad abandona la luz
y la semilla madura antes de ser arrojada
por cálidos vientos
y el agua se dispersa en el aire
y he observado el instante en que se abre la flor
con un vértigo de aroma
sobre la roca marina.
Era el momento entre la línea
que separa y une
la inexistencia y el tiempo futuro.
Del mismo nacen las formas
que el ojo caza
llenas de movimiento tras las cortezas
tras sus pieles
tras sus grilletes.
Formas dejadas en el espacio
desde el movimiento de las estrellas
en las que también nosotros nos reconocemos
asombrados ante esa línea entre el sueño y la vigilia
como entre el dolor y el grito
ante el día que nace.
Parecería que el ábrara es el instante, por algo el neologismo viene a asediar su secreto. Si bien autores como Bachelard se enfrentan a la “intuición del instante”, el instante no es la explosión. Por algo Fanon insiste en su Piel Negra, Máscaras Blancas: “la explosión no tendrá lugar hoy”. Evocamos a Marx para dar cuenta de esto cuando dice que “la revolución se encuentra a nuestras puertas”. El propio título del seminario gravita en este mismo sentimiento. ¿Se trata de inaugurar una nueva temporalidad que invoque lo acrónico, lo anacrónico, lo crónico, lo diacrónico, lo acrónico, lo ucrónico, las finalidades prolépticas? En el poeta López Moreno encontramos atisbos en un libro muy nuestro. Digo esta palabra para tan sólo proponer significaciones que no estén sólo en el sentido de la vista. (Exponer anécdotas para el gusto, el tacto y el oído)
Escuchemos para dar cuenta de las urdimbres que el ábrara propone, como efluvio para nombrar Amor y Revolución. Aprecien su talante dialéctico, en clave hegeliana.
Ábrara
Lo que abre de su esencia misma,
concepto del principio,
juego de liliales
aes,
primer latido acunado en el hondo de la entraña,
golpe primo del albor a llama verde,
lo que inicia el inicio,
pugnaz salto, cantidad entre las sombras,
el hechizo hacia afuera
de la caverna griega,
inio espasmo de la savia abriendo,
iniciática luz en segundo segundo hacia materia,
el ya del alba,
el ahora del uno uno trino,
llave,
cipactli al pie del movimiento, El señor tierra que devora el pie de Tezcatlipoca.
brote alfaguara a donde vendrá termar el día, Manatial que brota con violencia.
iskra del big Bang, célula del átomo
(el ábrara de lo que será (ya siendo) materia y hálito).
sustancia de la sustancia, la que inaugura,
el sol, la sol
la voz primera.
Tenemos dos grandes asedios para el motivo del seminario. Pensemos en Amor, Forma, Revolución. Amor, Ábrara, Revolución. Algo se libera para hablar del poemuralismo como forma de formas, acto ético como tránsito de la vergüenza a la crítica. Su artífice, propone un acto de traducibilidad y transpensamiento, (Mencionar someramente la junción Martí-Gramsci) desde que “surge de la idea de llevar al ámbito de la poesía mi visualización con respecto a la cultura en Latinoamérica”. En este punto, y lo dejamos en el tejido, rescatemos el talante nuestroamericano como una tarea a afrontar. Como entrada, tenemos el llamamiento poético a la morada, a la casa, porque el “que tiene la casa tiene la fuerza” y puede demoler lábaros patrios evocando la rebeldía apagada en el lábaro de la cruz. El poeta López Moreno, precisamente ubica el poemuralismo como la destrucción de lábaros patrios, no importa la significación impuesta por sus promotores. No se trata de una sustitución metonímica, de un intercambio inmediato y sin conflicto de tropos, usos distintos a lo que dicen que nos es propio:
“La fusión y disyunción de la Iguana y el Colibrí viene a representar en el ámbito de la cultura, lo que la simbología de el Águila y la Serpiente en el
pensamiento político-nacional mexicano. El colibrí es al Águila lo que la Iguana a la Serpiente, los extremos de abajo y arriba sujetos en un nudo aéreo y terrestre al mismo tiempo”. Al mismo tiempo, devela el ábrara que venimos asediando y un modo inédito de bañarnos en el río, sin tener que evocar obligadamente a Heráclito cuando el lábaro patrio nos avergüenza. Empezamos con Marx cuando se avergonzaba de los excesos prusianos, diríamos vergüenzas epocales, teñidas de su propia koiné, de su deriva generacional, de su lengua común emparentada con un constante desprecio por el acontecimiento humano. Si bien ilustraba Brecht en el mismo talante de Marx: “que cada uno hable de su propia vergüenza”, pues hablemos de la nuestra. No se trata de nacionalismo, se trata de dar cuenta de lo nacional-popular en el acto de enamorarnos, de sentir amor por la historia de nuestra historia de oprimidos y vivir su aliento poético. Nada esta dicho, todo está por decirse.
El volumen telúrico y aéreo de “Amor y Revolución” está dando, “en la infinita Morada del Colibrí, su color, su latido, y su estatura”.
Es un libro, un tejido, de hambrientos defensores activos de la paz.
Cesura: “La longitud de la Iguana”. Si hay tiempo, el texto.
Recomendaciones
Para la cuestión de los sentidos, Roberta Flack y Johnny Cash. The First Time Ever I Saw Your Face.
Tránsito de la vergüenza a la crítica. (Contar lo de la valquiria travestida) Severo Iglesias, Opción a la crítica.
El obligado Ábrara de Roberto López Moreno
Las revoluciones de 1948 de Marx y Engels, con la marca sucia del FCE.
Los Anales Franco Alemanes. Ed. Roca.
El Río, de Luis Cardoza y Aragón.
La morada del Colibrí, de Roberto López Moreno.
Mumbo Jumbo, de Ishmael Reed.
Las historias prohibidas del Pulgarcito, de Roque Dalton.
De Rene Daumal, El contracielo.
Datura, de mi hermano mayor.