"Al igual que todos los americanos, nunca me había gustado la Policía ni el tipo de autoridad personal que santifica ésta."
Thomas Wolfe
Las recurrentes, necesarias e inevitables crisis (económicas, políticas, sociales, espirituales, ecológicas...)del "sistema" capitalista, hacen que la literatura de los años 30 y 40 del siglo pasado sea sumamente actual. Es aleccionador leer hoy en día a autores como Nelson Algren(que parece que desgraciadamente solo es recordado por haber sido amante de Simone de Beauvoir), John Dos Passos(que influyó enormemente en el propio Sartre), John Steinbeck( cuya obra las Uvas de la Ira parece narrar el atroz desempleo de hoy en día, y cuyo héroe Tom Joad alcanza plena vigencia), Ernest Hemingway, William Faulkner(ambos premios Nobel, en tiempos en que esto todavía significaba algo), y el olvidado Thomas Wolfe(por favor no confundir con Tom Wolfe, uno de los iniciadores del Nuevo Periodismo, y autor de la mítica novela Gaseosa de ácido eléctrico). Y es precisamente el multireconocido Faulkner-que tanto influyó en la narrativa latinoamericana, supuestamente-el que califica a Thomas Wolfe como el primero entre los escritores norteamericanos ; el mismo Faulkner se puso en segundo lugar; Dos Passos en el segundo; y Hemingway en el cuarto. Consideró a Wolfe como el primero por: tratar de poner toda la experiencia del corazón humano en la cabeza de un alfiler, como así fue.
En lo existencial Wolfe fue un gigante pantagruélico que medía dos metros y que sentía una pasión furibunda por la vida, por el arte y por el conocimiento. Esta ansia vital que desbordaba, se transmite a su escritura, ya que frecuentemente fue acusado de excesivo, torrencial y desmesurado, su editor Marwell Perkins le podaba y ordenaba las novelas-algo que ya había sucedido en el caso de Ezra Pound y T. S. Eliot, y que en los 70 pasaría con Raymond Carver-. Nuevamente cito sus célebres palabras escritas a su madre: Quiero ir a todas partes,
quiero hacer todas las cosas, quiero conocer a toda la gente que sea posible, quiero pensar todos los pensamientos, sentir todas las emociones posibles, y escribir, escribir, escribir.
Wolfe era un poeta de la novela, nos hace sentir las emociones más profundas, grotescas, viles y tiernas, finalmente humanísimas, a flor de piel con el hierro al rojo blanco de su prosa-algo que lo emparenta con el mexicano José Revueltas:
Nacidos en un mundo de piedra y ladrillo, de conflictos salvajes, arrancados del seno de su madre para ir a un mundo de suburbios abarrotados y de calles hormigueantes, dormidos de aturdimiento en la niñez bajo el estruendo repentino e irregular de los ferrocarriles elevados. educados para luchar, amenazar y pelear en un mundo de violencia salvaje y de fragor incesante, las cualidades de aquel mundo les habían sido estampadas en la carne y en los movimientos, escritos en la lengua, la mente y la visión, destiladas a través de todos los tejidos de sus carnes hasta que sus vidas, conocedoras de la vida de la ciudad, habían adquirido sus tonos y sus cualidades especiales.
Sobre T. W. apunta el crítico José Joaquín Blanco:
..., pero mucho de Salinger, los beatniks, Norman Mailer, Vonnegut, viene de la fuente thomaswolfiana. ¿Una prosa country and western? Con algo de jazz. Pareciera que Thomas Wolfe se pone a improvisar con la trompeta, y sólo termina el capítulo cuando sudoroso y extenuado, ha soltado todo lo que tenía que soltar...
Totalmente inmerso en esta narrativa catedralicia, inmensa y volcánica Wolfe cuenta el violento encontronazo del joven con una realidad pletórica de sensaciones:
Y ahora, furiosamente incitado por lo que había sentido, empezó a respirar en la escuela, en el fecundo romance de la geografía, los mezclados olores de la tierra, percibiendo a cada chato barrilito apilado en un muelle un tesoro de ron dorado, de rico oporto, de espeso borgoña; oliendo las plantas selváticas de los trópicos, el
fuerte olor de las plantaciones, el olor a sal y a pescado de los puertos; viajando por el vasto, seductor pero no pasmoso mundo.
Después de décadas "educados"en la rotunda cosificación, en el unánime consumismo suicida, en el obsceno desperdicio, los ciudadanos hemos sido obligados a ir perdiendo tristemente esa bendita fiebre entusiasta por la existencia, para convertirnos en simples remedos, en seres mediocres y conformistas. Como analiza el filósofo alemán Ernst Fische en su libro Problemas de la generación joven:La sociedad de los privilegios otorga seguridad a costa del contenido vital. Aquí entra en nuestro auxilio esta literatura, en la lucha indispensable contra la generalizada pulsión tanática, en la recuperación intrínseca de nuestros rasgos más inalienablemente humanos; en la reapropiación de nuestro poderoso ser apasionado sobre el mundo; en la verdadera dignidad de aquel que se deleita con la deliciosa inspiración del oxígeno, con el rítmico fluir sanguíneo en nuestras venas, con el retumbar cardiáco en nuestro pecho. Ya que como expresa el crítico Thomas C. Moser:
Para apreciar a Wolfe, los lectores de más edad deben, estar dispuestos a evocar comprensivamente su propia juventud y a mirar de nuevo el mundo con ojos juveniles.
Hoy más que nunca nos corresponde irradiar torrentes de aliento sobre la faz de la tierra, para renovar una vez más el exahusto corazón de la Historia. Aún es posible. Por supuesto termino mi ensayo con palabras de T.W . que comparto a plenitud:
Sin embargo, todo el tiempo ardía dentro de mí una esperanza furiosa, una fe salvaje y extravagante. Escribía enormes gráficos y planos y proyectos de todo lo que me proponía hacer en la vida: un programa de vida que hubiera agotado las energías de diez mil hombres.