I DESTRUCCIONES
Saúl Ibargoyen, es un "escribidor ferido, y cuando trashumante enlabia su cántico cantinela", a lo largo de las páginas de este libro, titulado: Nuevas Destrucciones, se ve fuertemente influido por el portuñol. Lengua hablada en la frontera entre Uruguay y Brasil, espacio geográfico reducido y muy complejo, donde nace el autor. Cuando Ibargoyen pasa su aliento por estas indefensas páginas, es como cuando: “Un duro pedazo de silencio/ cae sobre la banqueta indefensa” ; las vuelve densas, oscuras y torturadas, de difícil digestión. Este es el sortilegio que elige para lograr su cometido de transmutación, del ser del otro. El poeta remueve mediante estos angulosos espacios, donde coloca nuestra psique de lectores, los basamentos de la realidad que pensábamos inamovibles y nos hace un poco más consientes de la miseria cotidiana. Un ardor de indignación se te empieza entonces a retorcer en los intestinos, obligándote a cuestionar el presente, en tanto intentas perseguir el hilo de su imaginario, donde pronto reconocemos los monstruosos de nuestra propia realidad humana.
Pensador socialista no se traiciona y canta pensando primero siempre en los pobres. “Debemos poner la voz en barata/ para que nadie se quede sin palabras” , nos dice. Pero los pobres somos víctimas de una ignorancia silenciosa que ha tomado forma en nuestro siglo de alienación cobarde, alienación que secuestra al mundo entre muros de terror y espanto, construidos con pantallas de televisión abierta o de paga. Y por eso tenemos miedo hasta de aceptar que somos pobres y de leer sobre la miseria que carcome al mundo. Es necesario pasar sobre la bestia de nuestros miedos para llegar a entender este poemario. Ibargoyen no es un poeta fácil de leer y exige mucho de sus lectores.
El tema social en Ibargoyen, más que una reiteración, es la razón de su escritura, el demonio que lo tortura hasta obligarlo a la volición. “Y volverás a escribir / porque nadie
puede quemar/ los restos de su sombra.” También nos dice: “sin substancia:/ circunstanciado de mi/voy como si fuera/ el más solo guerrero/ de estos pútridos sueños” , y con ello nos habla de lo difícil que le ha resultado, como a todo pensador de izquierda, realizar su labor de forjador de la palabra. El poeta descubre la belleza en lo salvaje y monstruoso de la vida y lo cotidiano, entre sus preocupaciones que manan descontento ante el sistema corrupto en que nos podrimos. El libro entero es un canto de denuncia, un canto contra todo lo que nombra. Nos recuerda entre sus destrucciones el pasado que compartimos los pueblos de América, durante la conquista, por ejemplo en este fragmento del poema titulado “Las musas”:
Los guerreros llegaron con sus máquinas
al límite de las espumas sagradas.
No buscaban las tierras de ningún mal:
ellos eran el mal.
Y así solamente con la presión de su aliento
o su tiniebla impregnaban
las múltiples geografías sujetadas a los mapas
absorbían la negra saliva asentada
entre vísceras de arena y expansiones de piedra
meaban en las aguas de los ríos primordiales
encendían sus fogatas con cadáveres secos
emputecían las nalgas del muchacho prisionero
insultaban para siempre el pubis
de ancianas y de infantas
expulsaban su estiércol en la entraña de los templos
robaban de las páginas de barro
el llanto de los héroes y el poderío de los dioses
escarbaban en los panteones en las cocinas
en los patios en la panza de los agonizantes
en el subsuelo de las ciudades desmenuzadas
en los torsos quemados
en los cráneos disueltos:
buscaban treinta millones de monedas
más y más millones de vasijas vasos charolas
candelabros espadas incensarios peplos segures
escudos cetros yelmos sellos estatuas
cucharas estatuillas espejos
de lapislázuli de ónice de oro
de plata de bronce
de cualquier piedra o de cualquier metal.
Voraceaban masticaban eructaban
manchaban ofendían a buitres y
chacales
dejaban en todos los lugares
la inmundicia de su mera presencia
y el hedor de su no estar.
Y solían enloquecer entre aullidos y delirios
y morían largamente de asquerosas diarreas
y sus pedazos de ojos y vientres
se expandían con violencia
en el alto polvo incendiado por el añejo sol.
También nos habla sobre las ciudades pútridas en el poema “Alacranes Urbanos” o en “La banqueta” ciudades donde fermentamos el miedo, a la palabra , la voz, el origen, el miedo a todo, para después destruirlo sin titubear con cruel análisis y escrutinio, buscando lo universal en lo caduco. El poeta genera de forma cadenciosa e hipnótica una reacción en cadena de destrucciones personales en quien lo lee. Su ritmo evocó en mi imaginación un conjuro donde los demonios internos son obligados a exponerse a la luz de la conciencia, para ser reconocidos e iniciar así, el proceso de dominación y control sobre ellos.
Pero la generalidad en la búsqueda poética que vincula estas “Destrucciones”, es que en ellas el poeta destruye arquetipos, utilizando un tono abierto e incluyente, descriptivo y narrativo, como si fuese un espectador. Las destruye desde el pronombre personal “tú”, desde el “él” o desde el “ello”, alejándose de la identificación personal del “yo”, que muestra en las “Otras destrucciones”, sobre las que hablaré a continuación.
II OTRAS DESTRUCCIONES
La segunda parte del libro se titula “Otras destrucciones” y el tono que se utiliza cambia para denotar intimidad, ya que el autor parece hablarnos de sí mismo, de sus reflexiones y secretos personales, pero por la forma en que han sido trabajados estos versos, se vuelven universales y de una belleza caleidoscópica en significados y destellos. Siempre sidejar el tono que recuerda el portuñol, tomando a veces algunas palabras para referirnos esos rincones oscuros de la realidad que el portuñol donde el Portuñol encuntra su cuna. Leemos de alguien
que se dice: “Y nosotros así y no allí pero aquí / desmerecidos bostezando y procurando / el calzón de ayer que ha resistido / el clamor entreverado de jugos y glándulas”. , y veo la confirmación de que nos habla de sí mismo en el verso: “Un anciano pájaro /tan flemoso y ronco/ luego de buscar su canto/ entre distintos aires y gases crujientes.” , más adelante nos pide “Entrégale tus palabras al que sueña/… Y míralo escribir: está naciendo.” Para terminar hablándonos de una hoja de árbol otoñal en la que el autor se reconoce y a través de él, nos reconocemos todos en nuestro paso por el tiempo que se consume mientras “chilla en nuestra panza/ la bestia primordial” .
III LOS SUEÑOS DEL HOMBRE
En esta tercera y última parte de su libro, Ibargoyen construye un hombre que bien podría ser el promedio de los que viven este inicio de siglo. Nos habla de “Los sueños del hombre” y este que el poeta dibuja en la oscuridad del tímpano, sueña con la musa en más de una de sus formas. Musa, palabra reiterada a lo largo de este poemario, que simboliza la otredad del poeta y a través de la cual el poeta nos habla de su relación con el mundo. Cito: “tu figura pasará tal vez aliviándose de dulces ropas contaminadas/ por el amargor de la ciudad/ y sus gestiones de sórdida violencia.” Pero este hombre del que nos habla Ibargoyen, sueña también con la posesión material que entroniza nuestra sociedad capitalista y superficial, donde todo parece tener precio, hasta ella. Pienso que esta obra le habría gustado más a Ibargoyen escribirla en portuñil, pero que escogió el español al final, para ampliar el espectro de posibles lectores. Aún así su asimilación requiere consentración y que el lector se deje seducir por la estética poco comun planteadoa que usa como eje la suciedad y la miseria del "alma" humana. Cito varios fragmentos:
“El hombre, aquel hombre/ con brazo interminable/ se reconoce/ en el calor de las
frágiles sedas/ que definen tu tensa cintura.” , “Frente a él, de nuevo/ tú la niña con su hembraje/ con su clítoris negro/… y ahora subes/ más allá de tu probable hermosura/ para recibir el mensaje de las fotografías/ que aquel hombre realiza/ con las manos de nadie.” , “como una cambiante moneda amarilla/ ese rostro con su pelo/ se deshace en goterones de oro violento/ ya la moneda única así se multiplica/ y las manos del hombre/ permanecen abiertas/ como si un vértigo de polvo carnal las traspasara.” Pero después, el sueño del hombre se transforma en pesadilla “¿Qué gritan así/ estos ciudadanos del mal soñar/ sin que sus lenguas/ ni sus brazos ni sus voces/ se toquen?” “contra un muro de polvo ensangrentado:/ su lengua se contrae castigada/ por un ajeno silencio incomprensible.”
Y así el soñante comienza a soñar con despertar “muchas pieles/ se adentran hacia el hueso más rojo/ y veraz/ que el hombre podrá tocar/ cuando su propio sueño/ lo despierte.” Pero no lo consigue porque Ibargoyen decide como último verso el disolverlo, queriendo quizás vengar así, la ultrajada vida que este hombre dejó tras su paso:
“No puede el soñante
enviar el mensaje ciego
de sus párpados
fuera de las cortinas
o de los vidrios negros
ni más allá de la congelada cáscara
con que la noche asfixia
las vulneradas vísceras del hombre.
Y en un vértigo sombrío
una voz sola de pronto se desprende
de sílabas y alientos:
es un sucio núcleo de luz nunca tocada
donde cada nombre
de cada soñada muchacha o mujer
o sólo hembra
alcanza a renacer
y se disuelve.”
Creo haber explicado que las tres partes de este libro tienen una coherencia que les permitiría funcionar como libros independientes entre sí. Falta ahondar en las dimensiones que adquieren los tres al colocarse juntos, como capítulos de un solo libro, logrando unidad, uno después de otro. La narrativa que logro descifrar, me habla de
fragmentación, en el primer capítulo es el universo el que se desgaja en manos del poeta como la materia tocada por el ímpetu de una explosión nuclear, que en el segundo capítulo se convierte en implosión, pues el poeta se destruye así mismo y su universo interno, para saltar al reencuentro con el sueño primordial donde podría parecer que todo vuelve a empezar, pero no. No porque Ibargoyen decide sencillamente disolver este sueño en busca de un nuevo y diferente inicio. Fin, parece decir el maestro, al infinito. La eterna dualidad no se renueva. El ciclo no continuará. La espiral se ha roto, al fin.
BIBLIOGRAFÍA:
* Ibargoyen, Saúl. “Nuevas destrucciones”, El corazón y los confines, México, 2013.