Lo material. O cómo duele la Realidad cuando te caes de cabeza. (2/10)
La luz invadió la oscuridad
Y Allí, frente a las puertas de la Conciencia
La Realidad nos constata la franqueza de la existencia
Desde los albores de la filosofía griega, el mundo se partió en dos: los que creían en la idea como soporte y base del mundo; y quienes creían en lo que podían ver y constatar con sus sentidos, sus experiencias; de aquellos pensamientos opuestos, tenemos tantos varios representantes, de entre ellos: Demócrito y Platón.
El primero un materialista que propone la idea de la partícula universal que lo compone todo y valida el concepto de materia: el átomo. El segundo, con su famosa cueva de las sombras, quién vive en la cueva nunca ve a la gente real, sólo ve las sombras. Y para Platón, eso es lo que vemos cuando percibimos el mundo material, sombras de las ideas eternas que siempre han compuesto la Realidad, el reflejo de una Verdad más absoluta que todo, una idea o ideas que sostienen nuestro mundo. Tenemos al materialismo y el átomo, y por otro lado, el idealismo platónico. Ambas corrientes como fuerzas opuestas que han ido creando la historia de la filosofía occidental.
En este mundo de brumas y confusiones, la ignorancia y el vacío existencial oprimen el corazón del ser humano. Y el proceso histórico del conocimiento que comenzó con los griegos, evolucionó hasta llegar al s. XVII, gracias a René Descartes que postuló las bases del racionalismo, la Razón como la luz para alumbrar el mundo y su práctica, un método empírico y sistemático que genere conocimiento.
Otro filosofo de mencionar es Baruch Spinoza, quién habló de un mundo con leyes y mecanismos propios de interacción y evolución independientes de seres supremos o nuestra Conciencia: “El mundo es causa de sí mismo”; y entre tantos más pensadores y filósofos, la Ciencia comenzó a tener un método, un camino para encontrar la Verdad a considerar como parte de la
Realidad objetiva.
Si con los filósofos griegos la Ciencia era un embrión, y con Descartes dio sus primeros pasos, después en el s. XVIII, durante el Siglo de las Luces se formalizó, la Ciencia maduró, gracias al consenso de los diversos filósofos y científicos como Immanuel Kant. La luz de la Ciencia surgió para iluminar la Conciencia racional que llevaría a la Revolución Industrial, y sus derivados progresos tecnológicos.
Fue en este periodo, cuando la revolución del pensamiento humano determinó que la Ciencia velara por lo que es real o Verdadero, aquello que es objetivamente universal, aquello que la Ciencia puede tratar con su método, para ponderar y seleccionar como juez imparcial -se supone-, los objetos o elementos del mundo que forman parte de la Realidad objetiva y que se postulan como conocimiento.
De ahí se desprende que los dioses e ideas metafísicas sin evidencia material o empírica son imaginarios o construcciones sociales, que no son parte de la Realidad física y material, son incluso mitos impuestos que fungen como normas para regular el comportamiento de los sujetos en un sistema económico vigente.
La Ciencia sólo considera reales a los elementos que cumplan con los requisitos de medición y verificación empíricos, con escepticismo lógico se dedica a la elaboración de hipótesis sencillas y coherentes para explicar el fenómeno, dando como resultado las teorías enunciadas. Resultados que, en su más alto grado, se convierten en Leyes Universales o generales de nuestro mundo, de las cuales deriva lo que aceptamos por Realidad. Por ejemplo, las tres leyes de gravitación universal de Newton.
Puesto que ya vimos que la Ciencia sólo considerará reales a los objetos sometidos a un método científico. Aquí recurrí materialismo dialéctico y su método, para averiguar qué es la materia y con ello qué es la Realidad.
El materialismo dialéctico concibe a la materia como todo objeto, evento o fenómeno que ocurre
independientemente de nuestra Conciencia, ello da al mundo su carácter de objetivo; es decir, que con nosotros o sin nosotros seguiría existiendo. Mientras que, de carácter subjetivo e inmaterial, son nuestros pensamientos y emociones, nuestras experiencias individuales.
Para la ciencia formal y el materialismo dialéctico, la materia es el fundamento sobre el cual se construye el conocimiento, así también ambas buscan el consenso mediante la experimentación y análisis objetivos. Es este consenso -el Paradigma-, el que determina la Realidad: el paradigma que existe acerca del concepto de Materia determinará lo que es real o lo que no y con ello, la Realidad.
Nuestra consideración de lo real, va directamente de la mano a la materia. Pero el concepto general que concibamos de la materia, puede variar de acuerdo a nuevos descubrimientos científicos o teorías, que provoquen rupturas paradigmáticas, un sisma ideológico que abra las puertas a nuevos debates acerca de lo que podemos considerar como materia y Realidad.
Es en el uso de las palabras para sistematizar las experiencias, como la elaboración de leyes universales por la Ciencia, cuando el lenguaje cobra su importancia Verdadera.
El lenguaje funciona para forjar y estructurar el conocimiento de lo que posteriormente llamamos Realidad y así lograr los consensos. Nuestros sólidos conceptos científicos de la Realidad dependen del lenguaje, de la cognición y entendimiento de este, de la comunicación, del aprendizaje y la Conciencia social e ideología compartida.
El proceso de cognición requiere el uso del lenguaje como vía para el razonamiento, además del uso físico de los cinco sentidos, lo que sensorialmente capta nuestro cuerpo biológico. Por ejemplo, si a un niño lo cuidan y crían los lobos y después lo reinsertamos en la sociedad humana, lo más seguro es que sensorialmente puede captar el mundo igual o similar a nuestros propios sentidos.
En cambio, la comprensión e
interpretación de estos mismos objetos físicos y empíricos por su mente (Conciencia), sería muy diferente para él; aunque es capaz de reconocer su entorno físico, no reconoce aún su entorno social, pues el niño que no conoce el lenguaje se encuentra incomunicado del entorno social. Si al niño le preguntan si acaso ve la Realidad, dicha palabra no se comprendería, sería sólo un sonido arbitrario más del mundo de los sentidos. Para que él la comprendiera, tiene que pasar por el proceso de convertirse de un individuo-biológico, a un sujeto social, uno que pueda compartir nuestra abstracción de Realidad.
Porque Realidad es también una palabra, y es parte de un sistema lingüístico que requiere conocimientos y aprendizajes previos, y para ser entendida en cualquiera de sus diversos niveles polisémicos o relativistas, necesita ser escuchada y aprendida por seres sociales y simbólicos.
Para ser un sujeto social obligadamente necesito del Otro, que me haga así un ser social, que se comunica y conoce su Humanidad, su homologación con el mundo a través del lenguaje. Mundo que aprende como Realidad a través del lenguaje y del Otro. Así pues, la construcción de la Realidad es indisolublemente social.
Por ejemplo, si estoy solo en el desierto, cómo puedo tener la certeza de que el oasis existe; la primera opción es porque lo puedo tocar. La otra opción sería, porque hay alguien a mi lado que me despierta de lo que sólo es una ilusión.
La Realidad es material y social. La bipartición materia e idea, aparece de nuevo, como parte de esas fuerzas titánicas e históricas que rigen los procesos universales. De nuevo tenemos a la materia y las ideas que nos podamos hacer de ella, el concepto que aunque consensuado, se mueve dentro del mundo simbólico y lingüístico de nuestra cultura humana, un sistema de abstracciones que sin nosotros, no existe.
Las ideas que nos podamos hacer acerca de la materia, aunque basadas en ella, siguen siendo
ideas, con símbolos arbitrarios dentro de un lenguaje que utilizamos para explicar el mundo y lidiar con él. Para un león el signo “$” no es objetivo, de hecho, ni siquiera es un objeto, posiblemente no existe o apenas existe sensorialmente para él. Y sin embargo, es el lenguaje el puente entre la Realidad y nosotros, entre nuestro espíritu y el mundo de materia en el que estamos inmersos, este universo de tridimensionalidad medible.
La Realidad se basa en lo medible, el Universo tiene en las formas de la materia: anchura, fondo y altura. Son de hecho esas mismas capacidades las que nos hacen constatar su existencia por medio del método científico. Al objeto (materia) lo podemos medir, cualificar, cuantificar, sistematizar. El razonamiento cosifica en palabras la Realidad. Aun así, la Realidad no se detiene, transcurre, se transforma, cambia, ondula, cabalga, es intrínseco en ella el movimiento, una noción que va de la mano a la de espacio y tiempo, donde todo ciclo es un movimiento; y posiblemente, todo movimiento sea un ciclo. Existe pues una relación indisoluble, entre tiempo, espacio y ser. Y de eso último ¿qué seremos?
El tiempo, el espacio y la materia. Componentes fundamentales de nuestro Universo, eterno su lazo, al que también estamos unidos. Compartiendo los maravillosos fenómenos esparcidos en movimiento, formas y distancias; el Mundo que nos da Conciencia de ser, Conciencia de existir.