“Yo soy naturaleza, madre universal, dueña de todos los elementos, hija primordial del tiempo, soberana de todas las cosas espirituales, reina de los muertos (...) Si bien se me rinde culto en muchos aspectos, se me conoce por infinitos nombres y se me propicia con toda clase de ritos diferentes, toda la tierra me venera.”
Isis
El dragón
Al principio, cuando la humanidad emergió entre las tinieblas de la prehistoria, Dios era mujer. Los sumerios que habitaban en el actual Irak, le rendían culto con himnos dándole gracias por su generosidad natural dadora de vida. También se le veneraba y reverenciaba por sus pasiones bélicas. Así, esta deidad era a la vez su primera poeta-sacerdotisa con forma de un dragón que destruye con fuego e inundaciones y que llena los ríos de sangre. Su gran autoridad residía en el papel que desempeñaba como gran ministra de la Luna de la Diosa, era la voz de la primera divinidad, de la Gran Madre. Sí, era Tiamat, un dragón de naturaleza yang, una mujer.
No en vano el dragón en las culturas antiguas es relacionado con la gran serpiente alada o la Serpiente Primigenia de la creación, como sucede en las culturas de Centroamérica. Para los aztecas la diosa madre se llama Cuatlicue. En Mesopotamia, era un dragón femenino capaz de crear ella sola a sus descendientes, sin la intervención del varón, bien puede tener su origen en el lagarto cola de látigo que no requiere al macho para fecundar sus huevos y que en muchas culturas es representado mordiendo su propia cola, símbolo de esa autorreproducción y autosuficiencia sexual. Pero la diosa madre o la diosa dragón no sólo tenía esta cualidad. Los Nagas de la India,- Dragones - Serpientes de Luz, aportaban sus conocimientos con el fin de guiar e iluminar a sus hijos por el camino que lleva a la liberación. En los Nagas Serpientes Sabias hay una clara conexión con el Rostro Femenino de Dios.
La decadencia del dragón
La condición sagrada del sexo
femenino duró por lo menos 25 mil años pero algunos especialistas consideran que abarcó 40 mil, incluso hasta 50 mil años hasta que el modelo consanguíneo matriarcal empezó a conceder primero y ceder después sin poder evitarlo, terreno a una nueva estructura de organización social: el patriarcado. La justificación del modelo patriarcal es que crea una nueva forma de adhesión para sociedades más complejas y diferenciadas, aunque más confusas y angustiadas, que las del orden matriarcal. El patriarcado es una estructura que le pedían al dragón sus hijos varones, deseosos de nuevos descubrimientos, conquistas, colonizaciones y quizá forzados por la llegada de nuevos clanes. El matriarcado se organizaba en base a los hijos de una misma madre, donde todos eran iguales, puesto que la madre no tiene dudas sobre su maternidad, por ello la estructura social resultaba más justa y pacífica. El patriarcado se organizaba en cambio en torno a la propiedad privada. En el pasado el padre podía conocer o desconocer a sus hijos, pues siempre cabría duda de su paternidad y legaba los bienes, derechos y clase social a aquel hijo varón que más se ajustara a obedecer sus leyes o según le conviniese. Por ello resulta esta una sociedad más injusta y desequilibrada, donde con el paso del tiempo el papel de la mujer no sólo se volvió innecesario, si no, hasta denigrante y vergonzoso. Así el matriarcado representa la veneración a la naturaleza y el orden natural de las cosas, en tanto el patriarcado representa la veneración a la razón humana y su triunfo sobre la naturaleza.
Patriarcado y unicornio
Las estructuras fundamentales del patriarcado se hallan en las relaciones sociales de parentesco patrilineal y en instituciones como la heterosexualidad obligatoria y el contrato sexual. Junto con estas dos categorías se encuentran las relaciones de poder que se han establecido entre varones y mujeres, donde la mujer debe voluntariamente someterse al varón o
convertirse en puta y encarnación del caos, enemiga de la sociedad y las instituciones.
Por ejemplo, en la sociedad mesopotámica, el dominio patriarcal viene representado por la figura del unicornio transformado en Marduk, vencedor de Tiamat la vieja serpiente. Y para otras culturas como los macedonios y los hebreos el unicornio era emblema del estado. Su cuerno, órgano viril y sexual de poder, se encuentra en la cabeza porque su fuerza es racional. Así, racionalismo y patriarcado imponen un nuevo orden. La razón del unicornio está por encima de la intuición y la parte emotiva del dragón. El dios judeo-cristiano ha llegado para destronar a la diosa madre con su genealogía masculina.
Resurgimiento del dragón
Dice Arnold Toynbee que el urbanismo enajena al hombre de la madre tierra. En un mundo donde el dinero, el poder y el hombre como mercancía (el reino del unicornio) son lo único que tiene valor: el dragón intenta resurgir de las cenizas del pasado primigenio manifestándose en el boom de las disciplinas esotéricas, los movimientos ecologistas y a favor del medio ambiente, la proclamación de los derechos de los animales y el poder de decisión de la mujer sobre dar o quitar la vida a otro ser (característica de la antigua diosa madre) como la ley proaborto en la Ciudad de México. En el México de nuestro tiempo es cada vez más común que ante la crisis económica que sufrimos, regresen las hijas a la casa materna con sus bebes, tras haber fracasado al intentar establecer un hogar, un sustento diario y/o una relación de tolerancia y respeto de la mano de sus parejas; varones de todas las clases sociales. Sus hijos crecerán con los hijos de sus hermanas. Los antropólogos y sociólogos señalan últimamente este nuevo fenómeno de estructura social híbrida que podríamos llamar patriarcado-matriarcado. No hay duda: el dragón ha regresado y para bien.