Corría el año de 1996 cuando los editores de Social Text, una publicación académica estadounidense conocida por sus artículos con tendencias posmodernas (con una visión crítica de conceptos como la modernidad y el racionalismo), recibieron la propuesta de un artículo para publicación por parte de un profesor de física llamado Alan Sokal. Leyeron la propuesta intrigados por lo que un físico tuviera que decir en una publicación sobre estudios sociales como la suya, “Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica” era el título del artículo, en el cual el autor demostraba tener un amplio conocimiento sobre autores de disciplinas varias como el psicoanálisis, la filosofía y la lingüística. El trabajo sostenía la tesis de que el entorno físico en el que vivimos es básicamente una construcción social y lingüística, por lo que el estudio de la gravedad debería incorporar dichas variables sociales. El trabajo fue aprobado para su publicación y fue tan bien recibido que apareció en un número especial de la revista dedicado a la “Guerra de Ciencias”, refiriéndose a que en dicho número se hacía frente a las críticas hacia la postura posmoderna.
Al mismo tiempo Sokal publicaba otro artículo en la revista Lingua Franca, titulado “Un físico experimenta con los estudios culturales”, en esta otra publicación el autor revelaba que ya durante varios años se había sentido preocupado por el declive en los estándares de rigor intelectual en ciertos ámbitos dentro del estudio de las humanidades en los EUA, por lo que había decidido poner dichos estándares a prueba. Dicha prueba consistió en conseguir ser publicado en una respetable revista de estudios sociales con un artículo que deliberadamente había sido cargado de sin sentidos. La hipótesis era que mientras dicho artículo sonara bien y adulara a las percepciones ideológicas de los editores, conseguiría ser publicado sin demasiada
dificultad, y en efecto así fue.
Básicamente Sokal había escrito una parodia, un artículo que aunque era bastante extenso, realmente decía muy poco, pues a pesar del lenguaje rebuscado, la idea central (que el mundo físico es una construcción social) no se explicaba o justificaba con ninguna evidencia. Pero lo que realmente interesó a Sokal fue construir dicha sátira a partir de citas reales, razón por la cual él piensa que el artículo fue aceptado, ya que al citar a intelectuales como Lacan, Kristeva, Irigaray, Baudrillard y Deleuze, esto automaticamente le dio la suficiente credibilidad para poder afirmar que la gravedad es una convención social sin levantar la más mínima discusión o debate.
Inmediatamente tras lo ocurrido se suscitó una tormenta, artículos, entrevistas, opiniones a favor y en contra. Algunos acusaron a Sokal de de ser un científico arrogante, otros le aplaudieron por desenmascarar prácticas académicas poco rigurosas y pseudocientíficas. Él mismo afirma que su visión de las ciencias “duras” es más bien modesta, pues le fascinaría que la teoría de la relatividad o el teorema de Gódel tuvieran inmediatas y profundas consecuencias para el estudio de la sociedad, pero por desgracia ese no es el caso.
Al año siguiente Alan Sokal y su colega Jean Bricmont editaron el libro Imposturas intelectuales con el cual ampliaron tanto su postura como el número de citas en las que encontraron lo que denominaron “un empleo abusivo de diversos conceptos y términos científicos”. En resumidas cuentas, se dedicaron a demostrar que el uso de términos físicos o matemáticos (relatividad general, espacio no euclidiano, números imaginarios o conjuntos infinitos) en los textos de los intelectuales citados no tenía relación alguna con el significado que tienen dichos conceptos en las ciencias donde fueron creados. Aclaran que no están en contra de extrapolar conceptos de un campo del saber a otro, sino sólo en contra de
las extrapolaciones que no están basadas en argumento alguno.
En el centro de la controversia se encontraba el concepto de relativismo epistémico, que es la idea según la cual la ciencia moderna es igual que un mito o una narración; una construcción social entre muchas otras y con la misma validez que estas. Para Sokal, el problema con dicha idea (al menos en la forma en la que era sostenida por los autores que menciona) es que los autores no parecen comprender a lo que se refieren todos estos términos científicos y aún así sostienen que se trata no de la explicación de realidades objetivas, sino de constructos sociales.
En 2008 Sokal continuó con sus observaciones de este tema con el libro Más allá de las imposturas intelectuales: ciencia, filosofía y cultura donde abarca las implicaciones sociales y políticas de abandonar una visión científica del mundo.
Todo esto, que según el mismo Sokal comenzó como una broma, ha seguido siendo tema de conversación, de polémica y lo más importante, de reflexión. Invito a los lectores a revisar tanto las obras de Sokal como los muchos comentarios y artículos al respecto.