En la edad antigua, los druidas célticos celebraban el solsticio del invierno, llamado Alban Arthuran, o la luz de Arturo. Ellos consideraban a ésta como una época de muerte y renacimiento. Durante el invierno, el día es más corto que la noche. Así, el Sol parece abandonar el mundo totalmente mientras la noche más larga se presenta el 21 de diciembre, fecha tan especial para el pueblo celta.
De acuerdo a la costumbre, las palabras de la ceremonia del druida impulsaban a las personas a “alejar todo lo que impide el aspecto de la luz.” De esta forma, el ser humano une su propio viaje interno con el ciclo anual de la naturaleza.
Origen del festival
El nombre de la celebración se debe a Arturo, legendario rey solar. La luz de Arturo indica el renacimiento del rey Sol, es decir, del niño divino, conocido como el Mabon. De acuerdo con la mitología celta/druida, existen dos divinidades: la masculina y la femenina. Ambos habitan en el Inframundo y en el solsticio de diciembre la diosa da a luz a su hijo el Sol, también llamado el campeón solar. Mientras tanto, el dios masculino, rey del Inframundo, también renace junto a su hijo como una deidad solar. De esta manera, la Diosa Madre le da a los seres humanos el regalo de la vida y para honrarla, según la mitología, los hombres debían otorgar regalos a sus semejantes como símbolo de “obsequiar” luz y vida. De aquí surge la tradición que más tarde el Cristianismo incorporó al festejo de la Navidad de dar regalos a los seres queridos y amigos.
Que comience la fiesta...
La primera celebración de Alban Arthuran se tiene registrada desde los tiempos en los cuales los primeros hombres quemaban leños y colgaban ramas imperecederas para adornarlas con antorchas o velas de sebo. La celebración de la luz, conocida también en el mundo de los wiccas como el segundo Festival del Fuego, tenía lugar al anochecer. Los druidas lanzaban a la tierra toda la carga negativa acumulada durante el año.
Las antorchas que portaban los presentes en la ceremonia se extinguían intencionalmente quedándose en completa oscuridad por unos cuantos minutos en los cuales oraban y rezaban depositando toda su fe para que el año venidero fuera mucho mejor y, acto seguido, volvían a encender las luces en un solo pedernal, mismo que señalaba el nuevo curso del calendario druida previamente dibujado en la tierra. De esta manera se marcaba el comienzo de un nuevo año y con ello un renacimiento.
Así, un nuevo ciclo alcanzaría su punto más alto a la hora del solsticio de verano, antes de regresar a su posición original. El Sol, situado al sur en el punto más bajo, da la impresión de desaparecer por debajo del horizonte durante el día. Esto se interpretaba como la muerte. Al día siguiente, cuando el astro de la mañana llega al punto más alto en el cielo surge el renacimiento, la nueva vida.
El acto de fe se realizaba con el objetivo de otorgarle energía al Sol. A través de la veneración al astro rey se esperaba que la luz no muriera y que los árboles volvieran a reverdecer y dar frutos.
Significado agrícola
Otro de los objetivos de este festín era adaptarse a la época más fría del año, sabiendo que el día más corto ha pasado y viviendo con la plena esperanza de que habrá alimento en abundancia durante todo el invierno, además de asegurar que la primavera volverá mucho más próspera que el año pasado.
El sol omnipresente
En otras latitudes, el dios Sol era representado por los persas en la figura de Mithras (cuya adoración se difundió a través del imperio romano) y en el mundo cristiano por Jesucristo, quienes también simbolizaban la transición nacimiento/renacimiento ocurrida durante la estación más fría del año.
Símbolos y elementos
Para los druidas, la naturaleza era lo más importante en su existencia por ser el medio a través del cual se podían conectar con el mundo espiritual y los seres superiores. La celebración
invernal de Alban Arthuran aún se sigue practicando entre grupos paganos y adeptos a la corriente espiritual wicca que utiliza linternas y velas de todo tipo, además de elementos naturales específicos:
-Animal: toro (como símbolo de poder equivalente al nahual prehispánico).
-Árbol: acebo.
-Hierbas e inciensos: laurel, cedro, matricaria, enebro, pino y romero.
-Colores de las velas: blanco, escarlata y dorado.
-Cristales: piedras verdes de tonalidades oscuras como la venturina, el heliotropo o la amazonita.
-Deidades: con el tiempo se han incorporado todos los reyes solares a la fiesta invernal de Arturo, especialmente el dios Llew de Gales y Lugh de Irlanda, conocido también como el niño divino.
Así, Alban Arthuran cumple con su misión en la tierra: morir y renacer, el eterno ciclo, el cual la naturaleza y el ser humano están condenados a transitar.