Cuando la quimera de ensueño emerge del imaginario colectivo, abre sus alas de hierro.
Sobrevuela, imponente sobre las cabezas de sus devotos.
La pasión de los fieles la alimenta. La libertad corre por sus oxidadas venas de plata.
Su sangre, corroe. ..
Despierta sólo para regresar a su sueño de hielo por la mañana, por la eternidad.
Pero ahora ella es libre, fluye. Vuela, llora, grita, destruye. .. y deja caer la noche al abrir las piernas.
De las sombras emergemos nosotros, los proscritos, los ocultos. Sus devotos.
Nos vela.
La velamos.
Somos parte de un todo, de su todo. .. la nigérrima nada.
Nos movemos entre memorias olvidadas; cavamos con nuestros dedos los sangrantes cráteres en la faz del olvido.
Protegemos lo que es necesario destruir y destruímos lo que es necesario proteger.
Somos amorales, primitivos.
Existimos y no.
Creemos y no.
Somos nosotros mismos cuando no estamos siendo nosotros mismos.
Creamos, forjamos un destino propio a base de sangre.
Nuestra quimera, ¡oh!, nuestra Diosa bebe sangre.
La alimentamos a toda costa.
Es nuestro destino una contradicción.
Una contradicción es nuestro destino.
Y sólo a muerte enjuagará nuestros pecados. .. cuando el momento arrive.