Dzul corre silueteado por luz de luna. Ha sido un largo camino, la noche lo ha atrapado y desea llegar lo antes posible a casa con sus padres y su amada Ixquic. Agotado el aliento se detiene y encorvándose se apoya sobre un tronco caído a mitad de la vereda bajo las ceibas. Kisin aúlla su aliento resentido tornando la noche especialmente calurosa, dotándola con un halo de irrealidad que densifica las sombras en las inmediaciones a Kaah, un pequeño poblado en la región central de la península de Yucatán. Pálida y fértil tierra de Itzamná.
-Ha de temblar pronto. La tierra de los muertos está agitada.
No deberías deambular solo en noches como ésta - Sentenció una voz de mujer junto a Dzul. La silueta era negra y erguida; la mitad del rostro permaneció entre sombras, la otra mitad era hermoso y delicado. La mujer peinaba su larga cabellera con un trozo de tzacam que es un cactus erizado de espinas.
- Estoy perdido.
- Lo sé.
No encontrarás el camino esta noche, puedes descansar conmigo hasta el amanecer, si lo deseas. - La mujer, comenzó a subir la pendiente, invitándolo a seguirla. Era más hermosa de lo que imaginaba, tenía un porte frío y orgulloso, la mirada dura. Vestía ropas finas y se adornaba con joyas, de su cabello brotaba el aroma desagradable de la flor de tzacam.
- ¿Cómo te llamas?
– Me llaman Xtabay.
Pronto llegaron a un pequeño claro techado con una gran hamaca blanca adornada de encajes. Ella le dió la espalda y comenzó a desnudarse. Se tendió sobre la hamaca y lo llamó. Sobre su piel y sus formas destellaba la luna. El amor se dió despacio al principio, subiendo de intensidad al ritmo que la pasión crecía entre los dos, ella se puso agresiva y sus uñas empezaron a marcarle la piel, los gemidos de ambos aumentaban, fue entonces cuando escuchó la voz: era su amada Ixquic llamándolo. Xtabay lo besó con mayor obsesión y renovó su ímpetu pero él siguió escuchando la voz de Ixquic que parecía llamarlo
desde muy cerca y al buscarla con la mirada reparó en un espejo donde se reflejaba la Xtabay con una forma monstruosa mezcla de mujer, murciélago y árbol. Arrojó al monstruo con fuerza y salió corriendo, podía escuchar los gritos del monstruo sobre su cabeza en la obscuridad mientras corría. Perdió el conocimiento. Al despertar estaba en los brazos de Ixquic. Tenía marcas de arañazos y mordidas en todo el cuerpo, ella lo había encontrado desmayado sobre un campo de flores de xtabentún. Cuando él le contó su historia, ella explicó:
-Tuviste un encuentro con la mala Xtabay. Había una mujer a la que llamaban Utz-Colel, la pobre murió virgen. Era avara, mezquina y vivía con miedo, le repugnaban los pobres y a su muerte se convirtió en la flor del tzacam de aroma desagradable. Ella envidiaba a la xkeban llamada Xtabay porque tenia buen corazón, su oficio era sanar con su cuerpo el alma de los hombres, socorría a los humildes y a los desamparados, a los enfermos y a los animales que abandonaban por ser inútiles, despojándose de las joyas y finas vestiduras que le regalaban sus enamorados. Al morir ella se convirtió en la flor xtabentún, de delicioso y sutil aroma. Estas florecitas fueron las que te salvaron.
Para vengarse de Xtabay, Utz-Colel decidió profanar su memoria y dar al fin rienda suelta a sus deseos contenidos hipócrita e inútilmente. Con la ayuda de malos espíritus, cuando ve pasar a un hombre vuelve a la vida aguardándolo bajo las ceibas peinando su larga cabellera con un trozo de tzacam erizado de púas. Sigue a los hombres hasta que consigue atraerlos, los seduce luego y al fin los asesina con un amor horrendo porque la dureza de su corazón no le permite otro. Existe una versión masculina de esta leyenda, los laman Ah tabai.
-Sabes mucho de leyendas, pero yo creo que fuiste tu quien me salvó.- Se besaron e hicieron el amor hasta medio día, como tantas veces lo habían hecho antes, sobre una cama de flores de xtabentún.