:“Ladridos callejeros”
Adolfo González Riande
En un autobús leí alguna vez:
¡Jamás podrás llegar a tu destino, si te detienes a apedrear a cada perro que te ladre!
Mis bolsillos de niño guardan celosamente: la resortera, una novela de Salgari, moneda de diez pesos, la rana y una piedra.
En la esquina de la Inocencia y la Esperanza, un perro amenaza mis sueños. Lanzo una piedra y el perro se aleja ladrando.
En mi mochila de adolescente, se pueden encontrar navajas de muelle, cartas de amor con aroma de perfume barato, chicles, piedras y un “Manual para volar hacia el mundo interior de los humanos”. En la glorieta de la Estulticia, un perro ladra. Lanzo una piedra, y se aleja rápidamente.
Por el bulevar de la Intelectualidad, acelero mi paso. En mi morral coexisten dos huracanes de sueños, cajas de preservativos, un DVD pirata de “Naranja Mecánica”, una cinta de Rubén Blades, y un VHS de “Todo lo que Usted quería saber acerca del aprendizaje intelectual( pero temía preguntar)”.Un ladrido hace que mis pensamientos se difuminen brevemente. Lanzo una piedra y el ladrido desaparece.
Al doblar por la esquina de la Vida Emocional, en la memoria de mi Laptop repiquetean varias latas de sopa “Firmeza”, una botella de “Plenitud”, un paquete de galletas para adultos maduros y un frasco de mermelada para adultos inmaduros, cuya fecha de caducidad de octubre 22 de 1960, hace pensar en que estallará de un momento a otro.
Otro perro aparece ante mí, sólo que ya no tengo piedras en el bolsillo.