Ángel acostumbra abandonar sus deberes para pasar el tiempo con los amigos. Sus padres, a pesar de que no siempre están en casa por cosas de trabajo, siempre le reprochan esa irresponsabilidad. La única persona que lo apapacha es su abuela. Mujer de creencias y tradiciones añejas que le ha regalado una cámara fotográfica instantánea. Le pide a su nieto aprender a tomar fotos bonitas, esperanzada en que por fin se apasione con una actividad.
Ilusionado con su obsequio, decide ir a la Ex-Hacienda de Nicolás Tolentino para practicar. Es un. Va por la noche pues el acceso al viejo edificio, que se encuentra dentro del Panteón San Lorenzo Tezonco, está prohibido. Sin problemas brinca la barda lateral. Se detiene un momento para verificar que lleva cámara, trípode y su navaja resguardada en la funda del cinturón. Entra por la parte trasera del inmueble y sube las escaleras. La añeja estructura resuena con cada paso. Ya arriba, le impresiona ver el espacio tan grande y donde se filtra luz de luna. Puede apreciar paredes llenas de flores y enredaderas que atraviesan la techumbre. Tras acostumbrarse a la negrura interior, recorre el pasillo hasta llegar a la habitación final. Queda embelesado con tanto fulgor cortesía de una enorme ventana. Del otro lado, el montón de vigas apiladas ofrece un excepcional efecto de claroscuro.
Percibe sonidos por todos lados mientras arma el trípode. Piensa que es natural en un lugar hecho en gran parte con madera. Hace varias pruebas sin flash, pero no le agradan los resultados. Además, en las fotos aparece una mancha frente a las vigas. Decide hacer una toma iluminada.
Cree escuchar ruidos en la zona donde están apilados los travesaños. Ajusta el temporizador y oprime el botón. Escucha el avance del mecanismo mientras mira atento la zona a retratar. Gracias al destello momentáneo de la cámara, logra ver algo parecido a un rostro mirándole fijamente. Ángel se aterra y saca la navaja. Escucha una voz
diciendo que no puede estar aquí. El crujir de la madera es señal inequívoca de algo moviéndose. La impresión de ver una enorme silueta saltando hacia él hace que retroceda mientras da un navajazo al aire. Oye un gemido y siente que su navaja se hunde en algo. Ángel tropieza y se golpea con el marco de la puerta. Aunque está aturdido por el impacto, ve una sombra alejándose por el pasillo. El joven gira sobre su estómago. Sólo escucha su agitada respiración golpeteando el piso de madera. Traga saliva para eliminar el resabio del momento mientras mira hacia el corredor.
Cuando su visión se aclara, se levanta con cuidado. Guarda sus cosas rápidamente sin dejar de limpiarse el sudor de la cara. Camina rumbo al cuarto principal. Vuelve a sentir una incómoda sensación recorriendo su espalda. Hay charcos rojos por pasillo y escaleras. Al salir del edificio, se da cuenta que las manchas se pierden entre la maleza del cementerio. Se retira totalmente desconcertado. Ya estando en casa, mira la única foto que tomó con flash. La sombra tiene un aspecto humanoide. Esa noche no puede dormir bien por las pesadillas donde el extraño ser le dice que debe pagar por haberlo lastimado.
A la mañana siguiente, cuando Ángel ve la foto de nuevo, su corazón se acelera. En la imagen aparece la misma figura pero ahora se ve más grande, como si hubiera avanzado para intentar salirse de la fotografía. Deja la instantánea y baja a desayunar. La abuela nota que el chico está muy callado. Se acerca y le pregunta si todo está bien. Ángel le cuenta lo ocurrido. La mujer comenta que seguramente se ha metido con alguna entidad cuyo hogar es la antigua hacienda. Le dice que será importante ir a ofrecer disculpas y resarcir los daños. La abuela le deja en claro que tiene dos días para ello. De lo contrario, y según sus creencias sobre espíritus malintencionados, deberá pagar un alto precio. Ángel dice que hará lo necesario aunque no está muy convencido. La
abuela se quita un dije del cuello y se lo da a su nieto. Dice que servirá para protegerlo.
En la noche, aunque siente miedo, el joven regresa al cementerio. Se queda por varios minutos frente a la puerta del edificio. Piensa que todo es un cúmulo de alucinaciones. Aun sabiendo que pronto terminará el tiempo para cumplir la promesa, decide no entrar. Mira la imagen. La criatura luce enorme y amenazante, casi tocando el borde de la foto con lo que parecen ser garras.
Ángel vuelve a casa y pone la foto dentro de su buró. Escucha música mientras mira a través de la ventana y golpetea con los dedos el mueble. Decide ir al baño antes de dormir. En cuanto se levanta de la cama, un violento escalofrío recorre su cuerpo. Algo pega desde el interior de la gaveta. A pesar de sentir que se queda sin aliento, se acerca cajón y lo abre lentamente. Escuchar la madera crujiendo le recuerda su desdichada estancia en la Ex-Hacienda. Ángel, al ver la orilla de la fotografía, mete la mano para sacarla.
El joven grita y hace vanos intentos por escapar de unos dedos enormes y retorcidos que sujetan su muñeca. Observa aterrado cómo sale una sombra del cajón que lentamente se materializa en un ser antropomorfo. Los pelos de un encorvado lomo se erizan inquietantes. La abuela aparece por el escándalo y le grita al ente que deje en paz a su nieto. Cuando el animal se endereza, Ángel puede apreciar unos ojos inyectados en sangre que le miran con rabia. El hedor del hocico era insoportable, como si acabara de consumir podredumbre. La bestia, al momento de querer agarrar al joven por el cuello, chilla de dolor y lo suelta. El dije de la abuela lo quemó. La criatura está enardecida por la protección que lleva Ángel.
Tras mirar fijamente a la mujer, la fiera empieza a caminar hacia ella. El joven mira horrorizado que el antropomorfo lleva aquella navaja que perdió en la Ex-Hacienda. El animal, tras decir con voz lúgubre que le quitará algo preciado, hunde la
daga en el rostro de la abuela. Ángel se lanza sobre el monstruo pero este, con un certero golpe, lo deja noqueado. Antes de perder el conocimiento, el muchacho aprecia que el nahual y su abuela se vuelven incorpóreos. Ambos fluyen hacia la foto que yace en el buró.
Ángel despierta tiempo después y se levanta rápidamente al recordar a su abuela. Tras mirar la foto, rompe en llanto. Ahora entiende el error de no haber cumplido una promesa. A la mañana siguiente, los gritos de la madre se escuchan por toda la casa. El padre corre hasta la habitación de su hijo y queda petrificado. Ángel luce el rostro amoratado por una soga que aprisiona su cuello. El cadáver oscilante ha dejado un pesaroso rastro de sangre y lágrimas. Aunque nadie volvió a saber algo de la abuela, ciertos rumores aseguran que puede verse su imagen en la última foto que tomaron dentro de la Ex-Hacienda.