Nota del investigador:
“Mientras se leía esta carta recién descubierta entre las ruinas de un antiguo templo. Cayó la primera tormenta de nieve registrada desde que el calentamiento global esfumó de los cielos el último fragmento de nubes capaz de producir humedad. Tal es el frío de la guerra, después de pasada su ruina.”
Unicornio:
Escribo tendida, bostezo. El brillo el amplio papiro recuerda tu cuerno y la luz que en las telas moja, me recuerda tu lágrima. A mi partida no dejaste de llorar. ¿Era de plata tu lágrima? No, era la plata del cielo de entonces diciéndonos por tu ojo el triste destino que a los dos esperaba.
Escuché. Claros son los designios como clara es el agua. Escuché y partí, era la partida del amor la que me daba fuerza (tenía que luchar por ti). Al principio la guerra me hizo su presa, turbó con sus falsas verdades mi aptitud para descubrir la mentira. No pocas veces desmayé mirando atroces despojos, pensando de todo, cosas terribles. He crecido a tal punto, que reconozco el hueco que habito como un palacio, las polillas como amables sirvientes, el hambre es anhelado banquete, colmadas copas de uva deleitan mi sueño y duermo en paz todas las noches cobijada del recuerdo tuyo. Tu cuerno es cual largo papiro, blancura que busco y no encuentro, no encuentro unicornio, no estás.
Al principio, la guerra era justa porque los hombres eran justos. Pero ha sido tan larga y sin tregua que se olvidó su motivo. Ahora ya nada ondea tras las banderas. Los hombres dejaron de ser justos porque acostumbrados al combate, no saben más vivir en calma. Desapareció el monstruo es cierto, pero dejó su vestigio en la palma del aire para que el hombre fuera incapaz de respirar sin aullidos y sintiera la furia ante nada que es todo cuanto hace al blandirse en batalla. Pero yo duermo bien todas las noches, porque sé todavía del amor y la paz. Tengo memorias del agua escurriendo de tus belfos, viejo oráculo y la crin del sol me recuerda
la tuya. Por eso sé del amor y la paz y sé que es mala mi suerte por no lograr que los hombres sepan de nuevo de ti. Tu cuerno brilla en el papiro en que escribo, recuerdo tus crines también cada mañana friolenta. Sé que hace mucho los hombres fueron sabios, que sólo necesitan recordarse en los campos tendidos al mar, para entender que inocuos, perdieron la guerra al luchar de por vida.
A veces pienso; es tarde. Me agoto. Pero he peinado tu lomo blancuzco y juntos aramos estos mismos caminos. He de esperar hasta que estos sean de nuevo caminos tuyos y míos. Pero es fría la noche y ha sido una larga guerra, muy larga. Distante es ya el tiempo en que mi boca esparcía aliento, distante es el tiempo en que mis ojos vieron junto a ti y los hombres tiempos de amor y de paz, unicornio. Me es difícil confiar en los hombres porque acabaron con tu pueblo y nos pusieron en templos, nos usan de adorno en santuarios blasfemos venerando a nuestros pies vacuos causales, favores que hace mucho dejé de cumplir. En fin.
Es helada la noche y el largo papiro se acaba unicornio, se acaba el papiro y la luz de tu cuerno con él. Y no estás. ¿Te he dicho ya que es fría la noche en el templo? Sí, fría como hielo es la plata de mi ojo que llora anunciando el final de mi vela. ¿Te he dicho ya que la guerra es larga y los hombres justos murieron ancianos, sin ya poder luchar?
En alguna parte escuchará mi voz el mirlo y volando en primavera alcanzará tu galope sobre campos y montañas. Leerá mi carta para ti. Quedará grabado lo que digo en tus crines de sol. Tu cuerno será de nuevo papiro. Bostezaré tendida. Un día el hombre será justo otra vez. Sabrá de él y su mundo. La guerra habrá terminado…