Tenían una forma misteriosa, ahí estaban todos en pequeños grupos, como familias, desde los más grandes hasta los más pequeños, como meditando o esperando algo sin esperar nada, tal vez era a mí a quien esperaban, tal vez a cualquiera que tuviera el valor de probarlos, no lo sé, pero por lo que había escuchado de ellos, al verlos, se mezclaron dentro de mi algo de ansiedad, miedo y curiosidad, no podía dejar pasar la oportunidad de experimentar algo que aun ni siquiera comprendía totalmente pero lo deseaba. Tenían un sabor poco común, lo podría comprar al sabor que llega al paladar cuando hueles tierra mojada por la lluvia pero con un toque desagradable ya que mi estómago lo rechazaba, o algo de mí lo hacía. No pasó mucho tiempo cuando empecé a sentir el vacío tocar mi piel y todo a mi alrededor se desvanecía, de pronto como si despertara a un sueño en vela, no sé si fui yo quien apareció en ese bosque o si ese bosque apareció alrededor de mi pero, estaba perdido, sentí pánico, el corazón latía como si quisiera salir huyendo de mi pecho, estaba ahí, solo, no sabía qué hacer, no podía pensar claramente en que hacer, de pronto una mano tomó la mía, me asusté, pero de inmediato me transmitió tranquilidad, era un niño pequeño, no lo podía ver en medio de ese espeso y oscuro bosque nocturno, pero deduje por su voz que tenía más o menos 10 años, hablaba muy poco, solo me llevaba de la mano en medio del bosque a través de estos que eran como escenarios, todos ellos tenían que ver conmigo, eran como obras teatrales en las que el protagonista era yo, todas estas obras eran de experiencias que mi mente había borrado por ser experiencias que me habían lastimado y las tenía que revivir en este teatro mágico para recordarlas, al principio era algo tormentoso tener que pasar por cosas que había olvidado por ser tan negativas, pero todo cambiaba cuando esa dulce voz me decía que era mi oportunidad de quitar o agregar lo que
quisiera a esas experiencias, que ese era el momento de cerrar ciclos o deshacer nudos, reviví mi nacimiento y el sufrimiento que acepté al nacer tuve la oportunidad de cambiarlo por alegría. En otro escenario se encontraba mi madre, gritando algunas cosas enojada, volteaba a la derecha y ahí estaba yo también, a los 8 años, escuchando las palabras de mi madre lastimarme, ese era la oportunidad también de endulzar esas palabras y perdonar para poder continuar en medio de ese bosque y por la vida. Después de no sé cuántos escenarios más por fin salimos de ese bosque, o ese bosque se fue, no lo sé, porque cuando la luz toco nuestros rostros pude ver la cara del niño que me guío por el bosque, era yo mismo, era mi rostro, lleno de paz y sabiduría. Fue algo literalmente real, tan real que tuvo que acabar, tras de mi dejé ese lugar mágico donde encontré esas familias de sabiduría, pero también deje atrás muchas cargas que llevaba desde el día que nací y que obtuve en los años de vida hasta ese día, me sentía más ligero del cuerpo y la mente, los pensamientos que siempre mantenían mi mente ocupada habían cesado y tenía el espacio para apreciar la vida con la que me había vuelto a conectar durante esas horas de viaje cósmico. Nada volvió a ser lo mismo pero yo si volví a mi hogar: mi interior.